-”Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo.
No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando que vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir.
¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?

¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?

¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo
que tenéis necesidad de todo eso.
Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos. “
«La solidaridad es una reacción
espontánea de quien reconoce la
función social de la propiedad y el
destino universal de los bienes
como realidades anteriores a la
propiedad privada. La posesión
privada de los bienes se justifica
para cuidarlos y acrecentarlos de
manera que sirvan para el bien
común, por lo cual la solidaridad
debe vivirse como la decisión de
devolverle al pobre lo que le
corresponde. Estas convicciones y
hábitos de solidaridad, cuando se
hacen carne, abren camino a otras
transformaciones estructurales y
las vuelven posible»
(Francisco, La Alegría del Evangelio, nº 189).
Intentaré que Otros no anden agobiados por lo que comer...